En el tenor documental de las cartas hay determinados componentes que contienen una significativa información sociolingüística, fundamentalmente la dirección en vocativo, ya que en ella aparece el tratamiento correspondiente al destinatario de la carta. Se suelen distinguir los siguientes apartados: 1º cruz; 2º dirección en vocativo; 3º texto; 4º fórmula de despedida; 5º datación (fecha tópica y crónica); 6º fórmula de sometimiento o cortesía; 7º validación; 8º sobrescrito.
Conocido es el abuso y exceso en el uso de expresiones altisonantes, tanto de palabra como por escrito en la primera mitad del XVI, asunto que llegó a ser objeto de estudio y consideración en las Cortes, resolviendo atajar el mal mediante una serie de normas con fuerza de ley que a la vez que regularizaban el verdadero orden y protocolo a seguir en el trato que había de darse a las diferentes jerarquías, tanto nobles como eclesiásticas, terminaran con una secuela de vanidades inútiles. La Pragmática dada en octubre de 1586 se envió a Indias para su publicación y cumplimiento, acusando su recibo el virrey marqués de Villamanrique el 28 de abril de 1587. Este documento señala el final de las fórmulas y usos cancillerescos excesivamente solemnes, poco en consonancia con la finalidad meramente informativa de las cartas. En consecuencia, establecía los tratamientos para los cargos y dignidades, títulos y jerarquías y, aunque con cierto retraso, en la documentación indiana se observa cómo básicamente empezaron a cumplirse en el segundo semestre de 1587. Para las cartas privadas, la Pragmática indicaba el uso de estas normas, con la indicación expresa de que podía hacerse referencia al vínculo familiar, si existía “los padres a los hijos, y los hijos a los padres, podrán sobre el nombre propio añadir el natural: y también entre marido y mujer, señalar el estado del matrimonio si quisieren, y entre hermanos el tal deudo” (Heredia Herrera, 1985: 13)
Las invocaciones largas y retóricas eran frecuentes en las cartas e informes antes de 1586, pero eran más escasas en las cartas privadas:
“Jesús” (María Díaz, 1577 y 1579, carta de madre a hija o a hijo; 1614 carta de hermana a hermano) y r:
“La gracia y consolación del Espíritu Santo sea con ella y con sus hijos y con todos lo que bien nos hacen, y el ayuda de su bendita madre, amén” (Alonso Ortiz en una de las dos cartas que dirige a su mujer, c.54)
La frecuencia de estas invocaciones aumentará en las cartas del XVIII, sobre todo para solicitar la protección de las misivas durante el viaje: “San Onofre te guíe”, “Jesús María y José, y la Santísima Trinidad la guíen a manos de mi estimada hija Francisquita”, “El señor San Antonio te guíe”, etc. Es más, si comparamos las invocaciones que se encuentran a lo largo de toda la carta, destaca poderosamente la ausencia de frecuentes alusiones a santos y a la divinidad en la decimosexta centuria frente a la enorme profusión del XVIII. La invocación es un rasgo de la oralidad que no tiene cabida aún en el carácter formulario de la carta del XVI.
Como contrapunto de la carta, las fórmulas de despedida son muy altisonantes todavía en el XVI y pese a las recomendaciones de la Pragmática se mantendrán en documentos de religiosos sobre todo hasta el XVIII, momento en que resurgirán con más fuerza: Nuestro Señor guarde y ensalce la muy poderosa persona de V.C.R.M. con acrecentamiento / de más reinos y señoríos, como sus leales vasallos y criados deseamos. (Ldo. Fdo. de Santillán, 1564. AGI Quito 8); …cuya católica y /real persona guarde nro. señor felicísimos años, como sus capellanes deseamos.” (Dr. D. Luis de Robles, 1609. AGI Guadalajara 4).
En el sobrescrito, utilizando la posibilidad de señalar el parentesco que daba la Pragmática de Felipe II, las cartas privadas del XVI reproducen una fórmula tipo que suele ser A mi + adjetivo (simple o con grado) + sust. parentesco (“a mi deseado hijo”/”a mi muy amado hijo”, “a mi muy deseado señor padre”). A principios del XVII estas expresiones se “enfrían”, particularmente en el caso de los matrimonios y queda reducida en muchos casos así: A + Nombre y Apellido, con la posibilidad de indicar mediante aposición el parentesco: “A Ana Pacheco, mi mujer! (c.200)
Bibliografía citada:
Heredia Herrera, Antonia (1985): Recopilación de Estudios de diplomática indiana, Sevilla: Diputación provincial de Sevilla.
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